PREPÁRATE PARA CUANDO TU HIJO LLEGUE A LOS 14 AÑOS…
Llegará
un momento en el que extrañes al niño, obediente, cariñoso, extrovertido y
sincero.
Llegará
cargado de silencio, de nuevas amistades, de música, de moda, de nuevo corte de
pelo, de gustos por ciertos tipos de mujeres con más piel que material textil.
Vas a extrañar al niño.
En toda situación
una de nuestras funciones siempre será, ayudar a los hijos en sus dificultades.
Es un reto que, muchas veces, se torna pesado, infructuoso y casi imposible de
llevar a cabo pero depende de nosotros el completar la tarea.
Nuestros
hijos crecen "aparentemente" (estatura y contextura), a cada rato
solicitar, imploran o tratan de imponer el "déjenme ser como quiero ser",
y lo emplean como su mayor eslogan. Cuando esta con dolencias algunas veces
recurres al Aceite de Bacalao como la mejor opción terapéutica, si eso es fácil
de adquirir pero difícil que el (adolescente estamos hablando) tome dicha
medicina, tanto así tomará los consejos que tú les des en esta etapa de su
vida.
Sabes? Mucho depende cuanto tiempo le hayas dedicado
en la infancia y niñez, para que el acepte todo cuanto tú le des, a eso le
llamamos “SABIDURÍA PLENA PATERNAL” pues como buen sembrador le has dedicado
tiempo al terreno y en su debido tiempo te has preparado para ver abrir los
primeros pétalos de ese cultivo.
No te
sorprendas si tu hijo (a) llega un día y no te saluda, no te besa en la
mejilla, no te abraza desde atrás y te dice papá o mamá y en su defecto te dice
“VIEJO (A)”….. es que ya se activó la hormona del YO PUEDO SOLO (A). Unas
veces, el puente de comunicación natural, armónico y sencillo de sus primeros
años de la infancia y aquellos de la adolescencia, este puente se debilita y es difícil cruzarlo.
Se debe
tristemente, al gigante invencible, indestructible e invisible de la juventud es que ya lo ha
arrancado con un vigor impulsivo e irreflexivo, obstaculizando cualquier
esfuerzo de acercamiento a los problemas que tienen; Los regaños e indicaciones le hacen sentir
como niño o adolescente y, por eso, los rechaza como jarabes amargos.
Tiene
conciencia de su libertad ya sea esta buena
o mala, sabe que puede usarla, aunque desconoce su verdadero sentido. Se siente
grande, poderoso y experimenta que puede agarrar el mundo con un apretón de
manos. Este mundo atrapa colma muchas veces sed infinita de felicidad y en
otras apenas es un sorbo de que quiere seguir tomando, es esto último lo que le
causa las peores jugadas.
Quizá, un abismo gigantesco interfiere en las relaciones con los hijos. Los
problemas y las dificultades que atraviesan en sus vidas personales parecen
inasequibles para los padres. Los consejos y la cercanía que éstos quieren
brindar, no llegan hasta la orilla de sus hijos con el impacto esperado.
ALGUNAS
COSAS QUE PUEDO HACER PARA VOLVER A TENDER PUENTES EN TRE MI HIJO (A) YO
Este es
un paso importante y requiere de tres cosas que debemos tener como padres:
VALOR, AMOR Y ESTAR DISPUESTO A NEGOCIAR POR EL BIEN DE ÉL SIN SACRIFICAR EL
BIEN DE TODOS. Pues bien sabemos que la respuesta no es nada sencilla porque
los hijos tampoco están en una etapa fácil. A veces el error de los padres es la
desesperación, la impaciencia o la forma brusca y autoritaria en el actuar (por
ejemplo: correrlos de la casa).
Un buen
medio es la comunicación entre los padres. Entre los dos se podrán ayudar mejor
a conocer a sus hijos. También ayuda tratar de "meterse en sus
zapatos". Intentar sentir lo que sienten, pensar en las contrariedades que
les acechan o que pueden estar pasando (¡están todavía madurando y necesitan
comprensión!). Una postura rígida, por ejemplo, puede transformarse en una
actitud afable, amigable, paternal: Una gota de comprensión atrae más a los
hijos que un barril de regaños.
Otra
solución estriba en el arte de escuchar a los hijos, interesarse por ellos;
salir de las "burbujas" rutinarias y darles el tiempo y la atención
que merecen. Ayuda mucho preguntarles su opinión, pedirles consejo, hacerles
ver que su punto de vista cuenta mucho. Aunque todavía no lo sean, necesitan
ser tratados como adultos. Es mejor dar espacio a su iniciativa personal y a
sus propuestas, que "acribillarlos" con órdenes y prohibiciones que
pueden resolverse en un acuerdo mutuo y constructivo. Y en esos diálogos,
conviene valorar sus decisiones para que se hagan responsables de sus actos.
Hay momentos que quizá ya se ha intentado mucho y los problemas de los hijos parecen insuperables. Pensemos, por ejemplo, en aquéllos que están sumergidos en la droga o el alcohol. Por desgracia, la solución se escurre de las manos como el agua (¡y eso es lo más duro!). Desde la perspectiva humana todo parece imposible. En esos momentos lo mejor es pedir ayuda. Buscar a un perito en la materia, más aún, pedir ayuda al pedagogo más veterano, al experto de lo "imposible": a Dios.
La
oración dirigida a Dios orienta los sufrimientos, preocupaciones, deseos,
esfuerzos humanos y sobrehumanos hacia el bien de los hijos. Con ella, se
edifica un puente invisible a los ojos humanos, pero no al corazón del que
cree; un puente que llega hasta lo más profundo de sus corazones, pues está
construido con los ladrillos de la fe y de la esperanza. Cuando humanamente se
hace lo que está en las propias manos y se deja a los hijos en las manos
experimentadas y sabias de Dios, el reto se aligera, el fruto empieza a madurar
y lo que parecía imposible se hace real porque para Dios no hay nada imposible.
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